Fermoselle, en plena comarca de Sayago, es conocido como el corazón vinícola de los Arribes del Duero. Su casco histórico, con calles empedradas y casas de piedra, esconde bajo tierra un laberinto de bodegas excavadas en la roca que durante siglos han conservado vino y tradición. En este artículo exploramos por qué este pueblo es un lugar único para conocer la historia, la cultura y el carácter del vino en los Arribes.
Fermoselle, la villa del vino en los Arribes del Duero
Fermoselle se levanta sobre una colina granítica en la provincia de Zamora, rodeado por el cañón del Duero y un paisaje de viñedos, olivares y almendros. Su entramado de calles estrechas, casas de piedra y miradores lo convierten en un destino con encanto propio, pero lo que realmente lo distingue son las más de mil bodegas subterráneas que recorren su subsuelo. Esta singularidad le ha valido el nombre de “la villa del vino”, pues pocas localidades en la península cuentan con una herencia vitivinícola tan arraigada y visible.
El vino forma parte de la identidad de Fermoselle y está presente en sus fiestas, en su gastronomía y en la vida cotidiana de sus habitantes. Las bodegas familiares, muchas de ellas aún en uso, no solo son espacios de almacenamiento, sino también lugares de encuentro donde la tradición sigue viva. Visitar el pueblo es, por tanto, una oportunidad de acercarse a una cultura que combina historia, paisaje y el sabor único de los vinos de Arribes del Duero.

El vino de Fermoselle: tradición y carácter único
El vino de Fermoselle se distingue por su arraigo en la tradición y su fuerte vínculo con el territorio. En estas tierras se cultivan variedades autóctonas como la Juan García o la Bruñal, adaptadas a las condiciones singulares de los Arribes del Duero. Los viñedos, plantados en bancales y terrazas, aprovechan el microclima del cañón del río, que aporta temperaturas suaves y una insolación prolongada.
La elaboración sigue métodos transmitidos de generación en generación, combinando prácticas tradicionales con técnicas modernas. Muchas bodegas familiares aún conservan tinajas de barro y prensas antiguas, aunque han incorporado sistemas que garantizan la calidad y estabilidad del vino. Este equilibrio entre herencia y modernidad otorga a los vinos de la zona un carácter muy particular.
El resultado son vinos frescos, con personalidad marcada y un toque mineral que refleja el suelo granítico de los Arribes. Tanto tintos como blancos y rosados han logrado reconocimiento más allá de la región, situando a Fermoselle como un referente enoturístico. Degustarlos en el propio pueblo, acompañado de la gastronomía local, permite comprender de manera directa la relación entre vino, tierra y cultura.
Historia y origen de las bodegas subterráneas de Fermoselle

Bajo las calles de Fermoselle se esconde un mundo paralelo: más de mil bodegas excavadas en la roca, conectadas por galerías y pasadizos. Su origen se remonta a la Edad Media, cuando los habitantes comenzaron a aprovechar la dureza del granito para crear espacios frescos y estables donde conservar el vino durante todo el año. Con el paso del tiempo, estas bodegas fueron ampliándose y convirtiéndose en un rasgo distintivo del pueblo.
La construcción de estas cavidades no fue tarea sencilla. La piedra debía extraerse a golpe de cincel y maza, y en muchos casos se reutilizaba para levantar las casas que aún hoy se alzan en la superficie. Gracias a la inercia térmica del granito, las bodegas mantienen una temperatura constante de unos 12 a 14 grados, lo que resultaba perfecto para almacenar el vino sin que se estropeara.
Además de su función práctica, estas bodegas también se convirtieron en espacios sociales. Familias y amigos se reunían en ellas para celebrar vendimias, fiestas y encuentros comunitarios. Todavía hoy muchas conservan bancos y mesas de piedra que recuerdan su papel como lugar de convivencia.
Este patrimonio subterráneo convierte a Fermoselle en un lugar único en la península. Pasear por sus bodegas permite no solo descubrir cómo se producía y almacenaba el vino en el pasado, sino también entender la importancia cultural y simbólica que estas construcciones tuvieron para los vecinos. Son una muestra tangible de la profunda relación entre la comunidad y su tierra.
Visitar las bodegas subterráneas de Fermoselle
Hoy en día, las bodegas subterráneas de Fermoselle se pueden recorrer a través de visitas guiadas que permiten adentrarse en sus pasadizos y salas excavadas en la roca. Estas experiencias muestran cómo se elaboraba el vino antiguamente y cómo muchas de esas tradiciones se mantienen vivas en la actualidad. Los guías explican el papel de estas cuevas en la historia local y ofrecen una visión cercana de la cultura vitivinícola de la villa.
En varios recorridos es posible acceder a bodegas todavía en uso, donde se organizan catas que recuperan el espíritu de antaño. Esta combinación de historia y sabor convierte la visita en una experiencia completa, donde el visitante no solo descubre la arquitectura singular de los subterráneos, sino también la relación que los vecinos de Fermoselle mantienen con el vino y su patrimonio.
Qué más hacer en Fermoselle además de visitar sus bodegas

Además de recorrer sus bodegas subterráneas, Fermoselle ofrece múltiples experiencias que permiten conocer su patrimonio, su entorno natural y su estilo de vida tranquilo. Es un destino ideal para complementar la visita enoturística con paseos culturales, miradores impresionantes y rutas en plena naturaleza.
- Castillo de Doña Urraca: Aunque solo se conservan restos, su ubicación en lo alto de la villa ofrece una panorámica privilegiada y un repaso de la historia medieval de la zona.
- Mirador del Torojón: Desde este punto se contempla el río Duero enmarcado entre paredes de roca y paisajes característicos de los Arribes. Es uno de los miradores más emblemáticos del pueblo.
- Ruta de senderismo Fermoselle – Fornillos: Este sendero conecta pueblos vecinos y atraviesa paisajes de viñedos y olivares tradicionales. Una buena opción para descubrir el entorno rural de la zona.
- Plaza Mayor y su arquitectura: El corazón del pueblo reúne edificios tradicionales, bares y terrazas donde vivir la vida local en primera persona.
- Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción: De origen románico, guarda un importante patrimonio artístico y es uno de los templos más notables de la comarca.
- Museo de la Casa del Parque: Aquí se puede profundizar en la historia y naturaleza de los Arribes del Duero, con exposiciones didácticas para todo público.
- Artesanía local: En las tiendas del pueblo se encuentran productos típicos como aceite, miel o cerámica, perfectos para llevar un recuerdo auténtico.
La Rueca, el lugar perfecto para vivir los Arribes del Duero
A menos de media hora de Fermoselle, en el tranquilo pueblo de Fariza, se encuentra La Rueca, un alojamiento privado rodeado de naturaleza. Es una casa amplia y versátil que se adapta tanto a familias como a grupos de amigos o instituciones que buscan convivir en un mismo espacio con todas las comodidades. Aquí, el entorno rural ofrece la calma necesaria para desconectar del ritmo diario.
La Rueca cuenta con habitaciones amplias, zonas comunes acogedoras y espacios exteriores que invitan a disfrutar del aire libre. La privacidad y la amplitud permiten que cada estancia sea cómoda y flexible, ya sea para actividades colectivas o para momentos de descanso personal.
Además, su ubicación es estratégica para explorar los Arribes del Duero. Desde aquí es fácil acceder a miradores, rutas de senderismo y enclaves tan especiales como la Ermita del Castillo. Con el apoyo de quienes gestionan el alojamiento, tu visita puede incluir actividades organizadas o recorridos adaptados a tus intereses.